miércoles, noviembre 30, 2005

Piedra sangre

Piedra sangre.

Es demasiado el calor en sus rostros de bullicio
aun así se cobijan incitantes
se fingen esperanza en el exilio del noctámbulo
aquellos a los que nadie separa
ni su plural devoción al fango o su certeza de marioneta
Sin tregua
partisanos
se miran prófugos en la retina del amante
y ocultos se averiguan
Rendidos al veneno
extenuados
sus músculos tensan el desamparo
para luego a la menor señal de la sonrisa
convertirse en callejón sin salida
ellos entonces grieta
proyectil cuando su talle de rosa en la niebla relámpago
él buscando la incidencia en un cuerpo de montaña
rocío por sus hojas de tijera en ángulo
ella abriendo sus raíces en espera de un huésped
nada les consta
sólo subsisten en la sumisa huella
el aroma de enemigos los envuelve
se proclaman lluvia
baba espesa savia de bosque entre las venas
La lubricidad entre sus sexos es la penumbra que antecede al colapso
a ese golpe de luciérnaga que curva la espalda
y que pone la carne de gallina
entonces se respiran
se sienten en el otro
jadeando
agotados
musgo apenas en sus raíces de árbol
Ellos se visten de manos
se prodigan caricias en sus cuerpos de sombra
para después sacudir esa piel de estanque con la que llegaron
y que ya no les pertenece
porque ahora la luz que les brota de los ojos
es suficiente para cubrirles los huesos
El cuarto húmedo pétalo envolviéndolos
la noche se alarga.

El principio del dolor

El principio del dolor

Con el miedo pegado a mis cicatrices te espero
con la guardia baja
alardeando
balanceándome entre tus colmillos de pantera
espero no recibir un jab en mi mandíbula
que me haga caer a la lona
y levantes los brazos
convencida de que al final
todo se rige por la sutil oscilación de tus cejas
Sin embargo
sigo en la contienda
no basta con evitar tus movimientos de felina
ni siquiera mi juego de piernas para sortear tus manos
que sin guantes con artificios de bufón
engaña mi fragilidad de Caín
y te recibo
metralla húmeda en mi boca
pierdo el equilibrio
me desplomo
contorsionista en hilo de seda que al caer besa el blanco de tus ojos
empiezo a ser un esclavo de tus cuerdas
sin mencionar tu ombligo o tu pelo
de nuevo el conteo
un murmullo en la boca de no se quien
me doy ánimos
no todo está perdido
y me levanto con el trastabillar de un payaso de rodeo
para seguir siendo sacudido por tu cadera
entonces un puño contra el abdomen
y tus dedos arrancándome el corazón
te miro vencedora
en una esquina
enarbolando mis entrañas
haciendo ese bailecito que tanto me desagrada
pero no hay remedio
se que he perdido
que no habrá mas batalla
y que aquella que hoy se alza triunfadora
mirándome como gata en celo
le pertenece mi vida
sin mas remedio que la circunstancia
cerrando los ojos me enamoro.