Piedra sangre.
Es demasiado el calor en sus rostros de bullicio
aun así se cobijan incitantes
se fingen esperanza en el exilio del noctámbulo
aquellos a los que nadie separa
ni su plural devoción al fango o su certeza de marioneta
Sin tregua
partisanos
se miran prófugos en la retina del amante
y ocultos se averiguan
Rendidos al veneno
extenuados
sus músculos tensan el desamparo
para luego a la menor señal de la sonrisa
convertirse en callejón sin salida
ellos entonces grieta
proyectil cuando su talle de rosa en la niebla relámpago
él buscando la incidencia en un cuerpo de montaña
rocío por sus hojas de tijera en ángulo
ella abriendo sus raíces en espera de un huésped
nada les consta
sólo subsisten en la sumisa huella
el aroma de enemigos los envuelve
se proclaman lluvia
baba espesa savia de bosque entre las venas
La lubricidad entre sus sexos es la penumbra que antecede al colapso
a ese golpe de luciérnaga que curva la espalda
y que pone la carne de gallina
entonces se respiran
se sienten en el otro
jadeando
agotados
musgo apenas en sus raíces de árbol
Ellos se visten de manos
se prodigan caricias en sus cuerpos de sombra
para después sacudir esa piel de estanque con la que llegaron
y que ya no les pertenece
porque ahora la luz que les brota de los ojos
es suficiente para cubrirles los huesos
El cuarto húmedo pétalo envolviéndolos
la noche se alarga.
miércoles, noviembre 30, 2005
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1 comentario:
Compaye, sus versos abren ventanas.
Ahh, que bonito escribe condenadote...
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