martes, septiembre 06, 2005

Después de ayer.

Después de ayer.


Jugamos a mudarnos la piel, a rasgarnos la carne y descubrir en el otro, el placer entre los huecos de las uñas.

Desde que cruzamos la mirada lo supiste, nuestros ojos se agrandaron como bocas, entonces las pupilas como dos lenguas que entre blancos y rosas abren la función; a la derecha una mesa.

La conciencia es una braga en la cama, armario con 4 vestidos y 3 camisas, por si, como ahora, con tu blusa levantada, nos buscamos en el sueño de las termitas.

Nos rasguñamos las manos, un breve dolor dulce se gangrena, se filtra por el techo. Apoyando apenas los labios en los dientes fingimos ser otros, todo es confuso, incluso mi nombre.

En una espiral claudican mis párpados, tú me muerdes, el placer se desdobla, todo queda claro, nunca antes fue tan sencillo entender el arco de tu ceja, cuando como ahora el gesto es sangre. Tu sexo, antes clandestino, hoy caracola, rosario en las manos equivocadas.

El tiempo pasa inadvertido.

Tu voz turbia, mi aliento a cigarro, un sol que carcome tu falda, despedida; casi todos imaginamos una espalda que se disuelve en la acera, como una película barata en la que los amantes viven felices para siempre; (como si le aburrimiento no existiera), corte a negros, nos vamos a créditos, se cierra la puerta.

El camino de regreso siempre es más largo.

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